Cuando el rey Asa dejó que el orgullo y la vana ilusión de la prosperidad se apoderaran de su corazón, temió que algún día alguien quisiera apoderarse de su reino. Entonces, temiendo que esto pudiera pasar, decidió construir muros y torres, poner puertas y cerraduras en las ciudades. También se armó, preparó un ejército para protegerlo. Con eso, desvió la protección del Señor de sí mismo y de su pueblo. Asa se dejó dominar por el espíritu del miedo y consideró que él mismo debía protegerse de un enemigo que aún no existía. Se dijo a sí mismo: "Hagamos esto mientras la tierra todavía esté en paz." Qué tonto fue. ¿No era el Dios que le había dado paz todos esos años más eficiente para mantenerla en paz? Tal necedad hizo que el diablo trajera contra él a un enemigo mucho más fuerte que él para derrotarlo. Si el rey Asa no se arrepintiera en el momento oportuno y clamara al Señor, sus enemigos lo habrían masacrado.
Dios es maravilloso. Él no solo disfruta vernos bien, sino que siempre quiere darnos lo mejor. Prometió hacer de su pueblo el pueblo más bendecido sobre la faz de la tierra. Dice: "Bendito serás tú entre todos los pueblos..." (Deuteronomio 7:14). La única cosa que los hijos de Israel tenían que hacer era obedecer
Cuando escuchamos
Siempre es bueno meditar en lo que
Hoy quiero comentar un poco más sobre aquel ciego de Jericó de quien nos habla el evangelio de Marcos. Ya he predicado sobre este pasaje en otra ocasión, pero hoy tengo una nueva revelación. Si miramos bien, veamos que este tipo que
Necesitamos aprender a escuchar la voz de Dios. ¿Cómo nos habla el Señor? Por la predicación de